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Lectura de Hoy

21-03-2024

Devocional

Devocional: Éxodo 32

Éxodo 32 narra al mismo tiempo uno de los momentos más bajos y uno de los más altos de la historia de Israel.

Sólo unos meses después de la esclavitud en Egipto, la fe los israelitas demuestra ser tan floja, que la tardanza de Moisés en bajar de la montaña les ofrece la excusa perfecta para iniciar una nueva ronda de quejas. Su retraso no les incita a orar, sino que despierta en ellos la ingratitud insensible y el sincretismo sin norte. Incluso, el tono de sus quejas es despectivo: “porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!” (32:1).

Aarón se revela como un pusilánime blandengue, incapaz de imponer disciplina alguna, o bien no dispuesto a hacerlo. Carece absolutamente de firmeza teológica – no tiene ni siquiera las agallas de ser un pagano consecuente, puesto que sigue invocando el nombre del Señor mientras él mismo se dedica a fabricar el becerro de oro (32:4-5). Sigue siendo pusilánime cuando, desafiado por su hermano, insiste y responde de forma ridícula: “Ellos me dieron el oro, yo lo eché al fuego, ¡y lo que salió fue este becerro!” (32:24). A pesar de las promesas del pacto que habían hecho, muchos en la nación querían todas las bendiciones que pudiesen obtener de Yahvé, pero daban muy poca importancia a la naturaleza de sus propias obligaciones hacia su Creador y Redentor. Era un momento bajo de vergüenza nacional – pero no sería el último en su experiencia, ni en la historia de la Iglesia confesante.

¿Cuál era el momento álgido entonces? Cuando Dios amenaza con liquidar a toda la nación, Moisés intercede por ellos. En ningún momento sugiere Moisés que el pueblo no merezca ser liquidado, ni que no sean tan malos como algunos pudiesen pensar. Más bien, invoca la gloria de Dios. ¿Por qué actuaría Dios de tal manera que los egipcios pudiesen mofarse, diciendo que Dios no era lo suficientemente poderoso como para lograr el rescate (32:12)? Además, ¿no está obligado Dios a guardar sus promesas a los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob (32:19)? ¿Cómo puede Dios renunciar a estas solemnes promesas? En último lugar, suplica el perdón de Dios (32:30-32), y si Dios no extiende su misericordia, Moisés no quiere fundar ningún otro pueblo (aunque él también está consumido por la ira, 32:19). Prefiere ser destruido junto con el resto del pueblo.

Aquí tenemos a un mediador extraordinario, un hombre cuyo corazón está centrado totalmente en Dios y su gracia salvífica y su revelación de sí mismo; un hombre que no presenta excusas por el comportamiento del pueblo, pero que, no obstante, se identifica tan plenamente con el mismo, que en caso de que el juicio cayese sobre ellos, suplica recibir también el castigo. He aquí un hombre que “se coloca en la brecha” (ver Ezequiel 13:3- 522:29-30).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Efesios 1

En griego, Efesios 1:3-14 es una sola frase muy larga. Esta es quizás una de las razones por las cuales las mejores traducciones del pasaje se encuentran algo condensadas y no son fáciles de diseccionar. En este caso, nos centraremos en la primera parte, Efesios 1:3-10, y reflexionaremos en la convergencia de tres temas: la soberanía predestinadora de Dios, su gracia incondicional y sus gloriosos propósitos.

El pasaje es una doxología, una palabra de alabanza a “Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo”, y los siguientes versículos presentan las razones por las que deberíamos alabar a este Dios y por las que su Hijo Jesucristo es fundamental en sus loables hechos. Pablo dice que este Dios es aquel “que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo” (1:3). “Nos” se refiere a los cristianos; las bendiciones espirituales que hemos recibido son “en Cristo”, y el ámbito de las mismas es “las regiones celestiales”. En Efesios, “las regiones celestiales” se refiere a la dimensión celestial de nuestra existencia definitiva, experimentada en cierta medida ahora mismo. Así pues, ya se nos ha presentado el tercer asunto, el propósito glorioso de Dios.

Si la descripción de Dios en 1:3 ya muestra al lector algunas de las razones por las que el Señor debe recibir nuestra alabanza, el principio del versículo 4 introduce la razón formal: antes incluso de crear el mundo, Dios nos escogió en Cristo (su soberanía predestinadora), “para que seamos santos y sin mancha delante de él” (su propósito glorioso). De hecho, “en amor nos predestinó” (su gracia incondicional y soberanía predestinadora) “para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo” (su propósito glorioso), “según el buen propósito de su voluntad” (su soberanía predestinadora), todo ello “para alabanza de su gloriosa gracia” (su propósito glorioso y su gracia incondicional), “que nos concedió en su Amado” (su gracia incondicional). “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados” (su propósito glorioso), “conforme a las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento” (su gracia incondicional) (1:4-8).

Lea el resto del pasaje y analice estos temas (hay otros) por sí mismo.

Estos asuntos concuerdan de forma significativa. Mientras más claro se ve lo soberana que es la decisión de Dios, más evidente se hace su gracia inmerecida. No obstante, la “predestinación” soberana es irracional cuando no tiene un destino: los propósitos del Señor en su influencia soberana se encuentran inevitablemente vinculados a su soberanía y su gracia. Por todo ello mientras más vislumbremos los propósitos maravillosamente buenos de Dios, más agradecidos estaremos por su influencia soberana para llevarlos a cabo.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Éxodo 32

El becerro de oro

32 Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó alrededor de Aarón, y le dijeron: «Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros. En cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido». Y Aarón les respondió: «Quiten los pendientes de oro de las orejas de sus mujeres, de sus hijos y de sus hijas, y tráiganmelos».

Entonces todo el pueblo se quitó los pendientes de oro que tenían en las orejas y los llevaron a Aarón. Él los tomó de sus manos y les dio forma con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Y ellos dijeron: «Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto».

Cuando Aarón vio esto, edificó un altar delante del becerro. Y Aarón hizo una proclama y dijo: «Mañana será fiesta para el Señor». Al día siguiente se levantaron temprano y ofrecieron holocaustos y trajeron ofrendas de paz. El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.

Entonces el Señor habló a Moisés: «Desciende pronto, porque tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Bien pronto se han desviado del camino que Yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición y lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: “Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto”». El Señor dijo además a Moisés: «He visto a este pueblo, y ciertamente es un pueblo terco. 10 Ahora pues, déjame, para que se encienda Mi ira contra ellos y los consuma. Pero de ti Yo haré una gran nación».

11 Entonces Moisés suplicó ante el Señor su Dios, y dijo: «Oh Señor, ¿por qué se enciende Tu ira contra Tu pueblo, que Tú has sacado de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? 12 ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: “Con malas intenciones los ha sacado, para matarlos en los montes y para exterminarlos de la superficie de la tierra”? Vuélvete del ardor de Tu ira, y desiste de hacer daño a Tu pueblo. 13 Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, Tus siervos, a quienes juraste por Ti mismo, y les dijiste: “Yo multiplicaré la descendencia de ustedes como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de la cual he hablado, daré a sus descendientes, y ellos la heredarán para siempre”». 14 Y el Señor desistió de hacer el daño que había dicho que haría a Su pueblo.

Moisés rompe las tablas del testimonio

15 Entonces se volvió Moisés y descendió del monte con las dos tablas del testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados. Por uno y por el otro estaban escritas. 16 Las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas. 17 Al oír Josué el ruido del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: «Hay gritos de guerra en el campamento». 18 Pero él respondió:

«No es ruido de gritos de victoria,
Ni es ruido de lamentos de derrota;
Sino que oigo voces de canto».

19 Tan pronto como Moisés se acercó al campamento, vio el becerro y las danzas. Se encendió la ira de Moisés, arrojó las tablas de sus manos, y las hizo pedazos al pie del monte. 20 Y tomando el becerro que habían hecho, lo quemó en el fuego, lo molió hasta reducirlo a polvo y lo esparció sobre el agua, e hizo que los israelitas la bebieran.

Castigo del pueblo

21 Entonces dijo Moisés a Aarón: «¿Qué te ha hecho este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?». 22 «No se encienda la ira de mi señor», respondió Aarón; «tú conoces al pueblo, que es propenso al mal. 23 Porque me dijeron: “Haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues no sabemos qué le haya acontecido a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto”. 24 Y yo les contesté: “El que tenga oro, que se lo quite”. Me lo dieron, lo eché al fuego y salió este becerro».

25 Viendo Moisés al pueblo desenfrenado, porque Aarón les había permitido el desenfreno para ser burla de sus enemigos, 26 se paró Moisés a la puerta del campamento, y dijo: «El que esté por el Señor, venga a mí». Y se juntaron a él todos los hijos de Leví. 27 Y él les dijo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Póngase cada uno la espada sobre el muslo, y pasen y repasen por el campamento de puerta en puerta, y maten cada uno a su hermano y a su amigo y a su vecino”». 28 Los hijos de Leví hicieron conforme a la palabra de Moisés; y cayeron aquel día unos 3,000 hombres del pueblo. 29 Entonces Moisés dijo: «Conságrense hoy al Señor, pues cada uno ha estado en contra de su hijo y en contra de su hermano, para que hoy Él les dé una bendición».

30 Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado, y ahora yo voy a subir al Señor. Quizá pueda hacer expiación por su pecado».

31 Entonces volvió Moisés al Señor y dijo: «¡Ay!, este pueblo ha cometido un gran pecado: se ha hecho un dios de oro. 32 Pero ahora, si es Tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito». 33 Y el Señor dijo a Moisés: «Al que haya pecado contra Mí, lo borraré de Mi libro. 34 Pero ahora ve, conduce al pueblo adonde te he dicho. Mi ángel irá delante de ti. Pero el día que Yo los visite, los castigaré por su pecado».

35 Y el Señor hirió al pueblo por lo que hicieron con el becerro que Aarón había hecho.

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Juan 11

Muerte de Lázaro

11 Estaba enfermo cierto hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos. Las hermanas entonces mandaron a decir a Jesús: «Señor, el que Tú amas está enfermo». Cuando Jesús lo oyó, dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella». Y Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

Cuando oyó, pues, que Lázaro estaba enfermo, entonces se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo* a Sus discípulos: «Vamos de nuevo a Judea». Los discípulos le dijeron*: «Rabí, hace poco que los judíos te querían apedrear, ¿y vas allá otra vez?». Jesús respondió: «¿No hay doce horas en el día? Si alguien anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo. 10 Pero si alguien anda de noche, tropieza, porque la luz no está en él».

11 Dijo esto, y después añadió: «Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo». 12 Los discípulos entonces le dijeron: «Señor, si se ha dormido, se recuperará». 13 Jesús había hablado de la muerte de Lázaro, pero ellos creyeron que hablaba literalmente del sueño. 14 Entonces Jesús, por eso, les dijo claramente: «Lázaro ha muerto; 15 y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean; pero vamos a donde está él». 16 Tomás, llamado el Dídimo, dijo entonces a sus condiscípulos: «Vamos nosotros también para morir con Él».

17 Llegó, pues, Jesús y halló que ya hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros; 19 y muchos de los judíos habían venido a la casa de Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, lo fue a recibir, pero María se quedó sentada en casa.

21 Y Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Aun ahora, yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 23 «Tu hermano resucitará», le dijo* Jesús.

24 Marta le contestó*: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final». 25 Jesús le contestó: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, 26 y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». 27 Ella le dijo*: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, o sea, el que viene al mundo».

28 Habiendo dicho esto, Marta se fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: «El Maestro está aquí, y te llama». 29 Tan pronto como ella lo oyó, se levantó* rápidamente y fue hacia Él.

30 Porque Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, cuando vieron que María se levantó de prisa y salió, la siguieron, suponiendo que iba al sepulcro a llorar allí.

32 Al llegar María adonde estaba Jesús, cuando lo vio, se arrojó a Sus pies, diciendo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto». 33 Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció. 34 «¿Dónde lo pusieron?», preguntó Jesús. «Señor, ven y ve», le dijeron*.

35 Jesús lloró. 36 Por eso los judíos decían: «Miren, cómo lo amaba». 37 Pero algunos de ellos dijeron: «¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?».

Resurrección de Lázaro

38 Entonces Jesús, de nuevo profundamente conmovido, fue* al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta sobre ella. 39 «Quiten la piedra», dijo* Jesús. Marta, hermana del que había muerto, le dijo*: «Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió». 40 Jesús le dijo*: «¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?».

41 Entonces quitaron la piedra. Jesús alzó los ojos, y dijo: «Padre, te doy gracias porque me has oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado». 43 Habiendo dicho esto, gritó con fuerte voz: «¡Lázaro, sal fuera!».

44 Y el que había muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo*: «Desátenlo, y déjenlo ir».

Complot para matar a Jesús

45 Por esto muchos de los judíos que habían venido a ver a María, y vieron lo que Jesús había hecho, creyeron en Él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.

47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos convocaron un concilio, y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchas señales. 48 Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en Él, y los romanos vendrán y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación». 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no saben nada, 50 ni tienen en cuenta que les es más conveniente que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca».

51 Ahora bien, no dijo esto de su propia iniciativa, sino que siendo el sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; 52 y no solo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que están esparcidos. 53 Así que, desde ese día planearon entre sí matar a Jesús.

54 Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se fue de allí a la región cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con los discípulos. 55 Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos de la región subieron a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. 56 Entonces buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se decían unos a otros: «¿Qué les parece? ¿Que vendrá a la fiesta o no?». 57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que si alguien sabía dónde estaba Jesús, diera aviso para que lo prendieran.

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Proverbios 8

Llamamiento de la sabiduría

8 ¿No clama la sabiduría,
Y levanta su voz la prudencia?
En la cima de las alturas, junto al camino,
Donde cruzan las sendas, se coloca;
Junto a las puertas, a la salida de la ciudad,
En el umbral de las puertas, da voces:
«Oh hombres, a ustedes clamo,
Para los hijos de los hombres es mi voz.
Oh simples, aprendan prudencia;
Y ustedes, necios, aprendan sabiduría.
Escuchen, porque hablaré cosas excelentes,
Y con el abrir de mis labios rectitud.
Porque mi boca proferirá la verdad,
Abominación a mis labios es la impiedad.
Conforme a la justicia son todas las palabras de mi boca,
No hay en ellas nada torcido ni perverso.
Todas son sinceras para el que entiende,
Y rectas para los que han hallado conocimiento.
10 Reciban mi instrucción y no la plata,
Y conocimiento antes que el oro escogido,
11 Porque mejor es la sabiduría que las joyas,
Y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella.

La sabiduría se elogia a sí misma

12 »Yo, la sabiduría,
habito con la prudencia,
Y he hallado conocimiento y discreción.
13 El temor del Señor es aborrecer el mal.
El orgullo, la arrogancia, el mal camino
Y la boca perversa, yo aborrezco.
14 Mío es el consejo y la prudencia,
Yo soy la inteligencia, el poder es mío.
15 Por mí reinan los reyes,
Y los gobernantes decretan justicia.
16 Por mí gobiernan los príncipes y los nobles,
Todos los que juzgan con justicia.
17 Amo a los que me aman,
Y los que me buscan con diligencia me hallarán.
18 Conmigo están las riquezas y el honor,
La fortuna duradera y la justicia.
19 Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro,
Y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
20 Yo ando por el camino de la justicia,
Por en medio de las sendas del derecho,
21 Para otorgar heredad a los que me aman
así llenar sus tesoros.

22 »El Señor me poseyó al principio de Su camino,
Antes de Sus obras de tiempos pasados.
23 Desde la eternidad fui establecida,
Desde el principio, desde los orígenes de la tierra.
24 Cuando no había abismos fui engendrada,
Cuando no había manantiales abundantes en aguas.
25 Antes que los montes fueran asentados,

Antes que las colinas, fui engendrada,
26 Cuando Él no había hecho aún la tierra y los campos,
Ni el polvo primero del mundo.
27 Cuando estableció los cielos, allí estaba yo;
Cuando trazó un círculo sobre la superficie del abismo,
28 Cuando arriba afirmó los cielos,
Cuando las fuentes del abismo se afianzaron,
29 Cuando al mar puso sus límites
Para que las aguas no transgredieran Su mandato,
Cuando señaló los cimientos de la tierra,
30 Yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto;
Yo era Su delicia de día en día,
Regocijándome en todo tiempo en Su presencia,
31 Regocijándome en el mundo, en Su tierra,
teniendo mis delicias con los hijos de los hombres.

32 »Ahora pues, hijos, escúchenme,
Porque bienaventurados son los que guardan mis caminos.
33 Escuchen la instrucción y sean sabios,
Y no la desprecien.
34 Bienaventurado el hombre que me escucha,
Velando a mis puertas día a día,
Aguardando en los postes de mi entrada.
35 Porque el que me halla, halla la vida
Y alcanza el favor del Señor.
36 Pero el que peca contra mí, a sí mismo se daña;
Todos los que me odian, aman la muerte».

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Efesios 1

Saludo

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios:

A los santos que están en Éfeso y que son fieles en Cristo Jesús: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Beneficios de la redención

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad, para alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.

En Él tenemos redención mediante Su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de Su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de Su voluntad, según la buena intención que se propuso en Cristo, 10 con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra.

11 También en Él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad, 12 a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de Su gloria.

13 En Él también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de Su gloria.

Pablo ora por los efesios

15 Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre ustedes, y de su amor por todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones, 17 pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él.

18 Mi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, 19 y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder. 20 Ese poder obró en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a Su diestra en los lugares celestiales, 21 muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero.

22 Y todo lo sometió bajo Sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es Su cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo.

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